La gestión 2023-2024 fue crítica para el agro boliviano. El fenómeno de El Niño provocó una extrema sequía que causó pérdidas de 800 mil toneladas de soya en la campaña de verano y afectó a 1,5 millones de toneladas de los cultivos de invierno (maíz, sorgo, soya, girasol, trigo y chía) en la de invierno. El sector ganadero también sufrió fuertes impactos, con alta mortandad de reses y bajos índices de parición.
Pese a este difícil contexto, en 2024 las exportaciones de soya y carne bovina generaron más de $1.230 millones. Ahora, gracias a condiciones climáticas favorables, lluvias abundantes y continuas desde noviembre hasta abril, el panorama productivo ha cambiado radicalmente.
Actualmente, se estima que la cosecha de soya de verano alcanzará más de 2 millones de toneladas, asegurando el abastecimiento interno con 800 mil toneladas, y dejando un excedente de al menos 1,6 millones de toneladas para exportación. En el sector ganadero, se proyecta un excedente exportable de 139 mil toneladas de carne bovina.
Con este escenario positivo, las exportaciones de soya y carne podrían superar los $2.000 millones en 2025, impulsando el ingreso de divisas, reactivando el aparato productivo y beneficiando directamente a más de 14.000 agricultores de soya y 75.000 ganaderos, de los cuales el 80% son pequeños y medianos productores.
Sin embargo, el veto a las exportaciones impuesto por el Gobierno Nacional amenaza con frenar este impulso económico justo cuando más se necesita. Mantener la restricción no solo impediría el ingreso de divisas vitales, sino que también condenaría a los productores al quebranto económico en un año de grandes oportunidades.
Levantar el veto es urgente para apoyar al verdadero motor productivo del país, garantizar ingresos para miles de familias bolivianas y fortalecer la economía nacional en un contexto de severa escasez de divisas.
Fuente: Luis Alberto Alpire, Economista y Agrometeorólogo