Mientras busca potenciar la producción de sus propios agricultores, una empresa de este país piensa desarrollar en Angola hasta 100.000 hectáreas de cultivo, superficie que incluye especialmente a la oleaginosa.
En tono coloquial no es desacertado decir que Donald Trump pateó un hormiguero. Despertó al oso y lo empujó a salir de su cueva para proveerse sus propios alimentos. La alegoría bien puede aplicarse a China, que antes de las guerras de tarifas desatadas por el republicano en 2018 y en 2025 no trepidaba en comprar fronteras afuera los commodities agrícolas que necesitaba, hasta ahí en cantidades crecientes.
Ahora la historia es distinta. Sin quererlo, Trump convenció a los chinos de que corren un riesgo dependiendo del exterior; los asiáticos aprendieron la lección y pusieron manos a la obra inmediatamente. En maíz y trigo han multiplicado su propia producción como para reducir a un mínimo sus importaciones. Con la soja es un poco más complicado.
La noticia es que una filial del conglomerado estatal chino Citic Ltd. desarrollará grandes plantaciones de soja y maíz en Angola, para asegurar el suministro a largo plazo en medio de la guerra comercial con Estados Unidos. La empresa invertirá 250 millones de dólares en cinco años para desarrollar hasta 100.000 hectáreas de cultivo en el país africano. Alrededor del 60% de la producción se exportará a China, mientras que el resto se destinará al consumo local.
La información disponible indica que ya han comenzado los trabajos de desmonte en 3.000 hectáreas en Cuanza Norte y 5.000 más en Malanje, y la siembra se iniciará una vez que se aseguren los derechos de superficie. La intención es alcanzar entre 10.000 y 20.000 hectáreas implantadas para el próximo año. Lo más impactante es que –según afirman- la empresa china gestionará un fondo de apoyo agrícola y “aplicará tecnología de alto rendimiento para producir ocho toneladas de maíz y cinco toneladas de soja por hectárea”.
Citic no está sola en esta movida. SinoHydro Group, empresa estatal de energía hidroeléctrica e ingeniería civil, invertirá más de USD 100 millones a cambio de una concesión de tierras libre de impuestos por 25 años que abarca 30.000 hectáreas, para construir una base de cereales a gran escala en seis provincias orientales. Al asegurar acuerdos de este tipo, Beijing reduce su dependencia de Estados Unidos y Brasil para cultivos clave como la soja, a la vez que consolida una posición estratégica en África.
Si bien China y Estados Unidos han acordado un marco comercial para resolver las disputas arancelarias, los detalles aún no están claros. Es más, una nueva prórroga por 90 días hace pensar que las dos más grandes economías del planeta están aún lejos de un acuerdo concreto y duradero.
China importó algo más de 100 millones de toneladas de soja en 2024, con una participación decreciente de Estados Unidos y una dependencia exagerada de las exportaciones de Brasil, el gran favorecido a partir de la primera guerra de tarifas de Trump contra el gigante asiático. De hecho, China aún no ha efectuado anotaciones para la soja estadounidense 2025/26, llenando de preocupaciones a los exportadores de este país y deprimiendo los precios en Chicago.
Paralelamente, Beijing se ha comprometido a apoyar a sus agricultores en la siembra, compra, venta y procesamiento de soja y semillas oleaginosas. La idea es poner todo lo necesario para impulsar la producción nacional y diversificar las importaciones con el fin de asegurar el suministro de alimentos a sus 1.400 millones de habitantes. Cabe recordar que el grueso de la soja que importa China termina siendo procesada y transformada en harina y aceite.
Fuente: Infobae