Bolivia enfrenta una de las crisis más graves de los últimos años en el sector productivo. A tan solo diez días del inicio de la campaña de verano 2025–2026, el país no cuenta con el diésel necesario para mover el motor agrícola nacional. Esta campaña proyectaba sembrar 1.3 millones de hectáreas de soya, 100 mil de maíz y 100 mil de sorgo, cultivos importantes para suplementar la alimentación de la cadena de proteínas de carne y leche, como también para la exportación.
Sin embargo, la falta de combustible amenaza con paralizar la siembra, comprometiendo la seguridad alimentaria y los ingresos de miles de productores.
Campaña agrícola incierta: el Gobierno asfixia al campo y pone en riesgo la seguridad alimentaria del país
La ventana óptima de siembra, entre el 1 de noviembre y el 15 de diciembre, está a punto de abrirse sin que exista garantía alguna de provisión de combustible. El sector productivo requiere 200 millones de litros de diésel para cubrir sus labores agrícolas, pero el Gobierno no ha asegurado ese volumen. Mientras las lluvias proyectadas auguran una buena humedad del suelo, la ausencia de diésel anula toda posibilidad de aprovechar esas condiciones naturales. Esta carencia no solo detiene tractores y cosechadoras; detiene la esperanza de producción nacional.
La falta de divisas se ha convertido en el cuello de botella que asfixia al país. Sin dólares no se importa diésel, y sin diésel no se produce ni se transporta. Las consecuencias serán devastadoras: una disminución drástica en la producción de carne bovina, porcina, de pollo y leche, además de la reducción en la exportación de soya y sus derivados hacia mercados como Perú, Colombia y Ecuador. La cadena cárnica y agroindustrial entera se encuentra al borde del colapso, y el impacto directo será el encarecimiento de los productos básicos de la canasta familiar.
De potencia agroalimentaria a país dependiente: un fracaso anunciado
El año 2024 ya marcó un retroceso histórico: las exportaciones de soya y derivados cayeron a 1.068 millones de dólares, menos de la mitad de los 2.200 millones registrados en 2022. Las causas son claras: mala gestión, imprevisión y falta de políticas energéticas coherentes. Si el Gobierno no garantiza el suministro inmediato de diésel, Bolivia no solo perderá su campaña agrícola, sino también su capacidad de alimentar a su pueblo y de generar las divisas que tanto necesita. La pregunta que queda en el aire es contundente:
¿Quién se hará responsable cuando falte la carne y la leche en la mesa de los bolivianos?
Fuente: Luis Alberto Alpire, Economista y Agrometeorólogo
