Aprovechar las ventanas de sol durante noviembre puede salvar la producción. Los productores necesitan con urgencia aproximadamente 7 millones de litros de diésel para ingresar al campo y cosechar las 280 mil hectáreas pendientes, antes de que las lluvias las echen a perder.
El impacto va más allá del campo. La soya es el pilar de la cadena de proteínas de pollo, cerdo, carne y leche que garantiza la alimentación nacional. Si la producción se frena, los precios subirán y el plato del boliviano promedio se encarecerá. Es una emergencia productiva que amenaza directamente la seguridad alimentaria del país.
En el norte cruceño, el corazón productivo del país, la falta de diésel y las lluvias persistentes paralizan la cosecha de soya. El reloj climático corre en contra: cada día perdido puede significar toneladas de grano arruinado. Este no es solo un problema climático, sino estructural: sin combustible no hay cosecha, y sin cosecha no hay alimento ni semilla para la próxima campaña de verano.
Además, la siembra de verano depende hasta en un 40% de la semilla generada en esta cosecha de invierno. Si la perdemos, la capacidad de siembra futura se vería reducida, obligando al productor a importar semilla e incrementar sus costos. El Gobierno debe actuar de inmediato y garantizar el combustible al sector. No hacerlo sería condenar a Bolivia a una crisis alimentaria que puede y debe evitarse.
Fuente: Luis Alberto Alpire, Agrometeorólogo
